—¡¿No han puesto las decoraciones navideñas?! ¡Ya es diciembre, Amith!
—¿Qué caso tiene, si no vamos a ver a nadie?
—¡Es el espíritu lo que importa! ¡Gareth, diles que están locas!
—Esperen, se entrecortó la llamada. ¿Quién no ha puesto sus decoraciones? —interrumpió Dráilem, cuya voz se oía un poco robótica debido a la interferencia.
—Amith, Aucarod, Nébur dice que están locas —rio entre dientes el joven peliplateado.
—¿Aucarod no ha puesto sus decoraciones? —Sólrac se dejó escuchar al otro lado del teléfono con la misma voz robótica producto de la mala conexión en casa de Dráilem.
La joven pelirroja golpeó suavemente su frente contra la mesa donde tenían empotrada la tableta al notar que, de nueva cuenta, se habían desfasado los audios en la videollamada.
Desde que había comenzado todo este asunto de la pandemia todos se habían visto obligados a resguardarse en sus propios hogares. Muchos planes que habían preparado para poner en práctica en los cuarteles de Silma se vieron cancelados y estas llamadas eran su único contacto con los muchachos, pero ni cuando habían trabajado en La conquista de los dioses habían tenido tantos problemas. Ahora era imposible comunicarse si se conectaban los tres hogares. ¿Cómo le harían cuando se conectaran con todos los demás del cuartel?
La pelirroja observó a su lado, donde Amith seguía discutiendo con Nébur el porqué no valía la pena decorar la casa solo para ellas dos.
—No, Sólrac, es Amith la que no quiere participar de las fiestas —dijo Nébur de repente, interrumpiendo su charla. Al parecer apenas le había llegado el mensaje de los caballeros.
Su expresión daba a entender que se sentía traicionado porque fuera diciembre y no hubiera una sola decoración a la vista tras la joven elfa.
El video de Nébur y Gareth tenía incluso filtros aplicados, donde sus rostros aparecían cubiertos por una barba blanca y guirnaldas rodeaban el marco de su cámara. Tras ellos se podían observar un montón de luces, nochebuenas y un enorme pino decorando la sala de estar.
—¡Claro que quiero participar! Pero no hay mucho que celebrar cuando me la he pasado encerrada yo sola por meses. ¡Meses!
—Y tú decías que para julio ya estaríamos como si nada —se burló Aucarod, intentando recuperar el ánimo. Tardó en procesar lo dicho por la elfa—. ¿Cómo que sola? ¡Yo no estoy pintada en la pared!
—Sí, pero de ti ya me harté. ¡Pido cambio de compañero de habitación!
—Sabes bien que no podemos, Amith —reclamó Gareth con voz melancólica—. Pero ya hablando en serio, tal vez decorar les ayude a romper la rutina.
—¡Sí! A nosotros nos levantó mucho el ánimo y fue divertido armar el pino, colgar las luces…
—¡Yo me ofrezco para cambio de casa! —interrumpió Dráilem con el típico retraso en su llamada, seguido de un ruido de golpe seco, cortesía de Sólrac.
—Sólrac, para cuando escuches esto, por favor dile a Dráilem que es un tonto y que si quiere estar en la posada con todo el cuartel, más le vale tener un mejor internet —habló Aucarod, sonriendo al notar lo pensativa que se había puesto la joven elfa. Parecía que contemplaba en serio ir a la bodega por las cajas de Navidad en ese momento.
—Te aseguro que valdrá la pena. ¡Céfiro y Kilín pueden ayudarles con las esferas! —insistió Nébur.
—Sí, nos ayudarán a romperlas, eso es seguro —se quejó Amith, pero sonrió y asintió con la cabeza, para después ponerse de pie y marcharse por las cajas, tal y como había predicho su compañera.
—Que quede en sus conciencias que no descansaré el día de hoy por estar revisando los foquitos fundidos —amenazó Aucarod, lo que hizo que los magos al otro lado de la línea estallaran en carcajadas.
—Yo me encargo—fue la respuesta, con tono de fastidio, de parte del joven híbrido.
Iba a ser interesante intentar conectarse con todos para la reunión de Navidad con el cuartel de Silma.