Aguafiestas. Todos son unos malditos aguafiestas. Le pregunté primero a los demonios que si querían venir a la posada virtual, y me dijeron que no, además de insultarme e intimidarme (o bueno, tratar de intimidarme). Le pregunté a los ángeles y divinidades pero me dijeron que “estaban ocupados”. Sí, claro, ocupados haciendo su propia posada sin estúpidos humanos, ¿verdad? Ni siquiera Malak, mi propio ángel guardián, aceptó la invitación. Ízaro estaba fuera de la ciudad, ya que fue a visitar a su familia, y debido a la pandemia no pude ir con ella. Tampoco es que me ilusionara mucho visitar a su familia para ser honesto, o visitar a la familia de cualquiera.
De repente, alguien tocó el timbre de mi departamento. Demonios, estaba en calzones. Esto sí que era un problema. ¿Abría la puerta en calzones? ¿Me ponía pantalones? ¿No abría? ¿Qué hago? ¡Ayuda! El timbre se volvió a escuchar. Decidí ponerme unos pantalones rápidamente y abrí la puerta.
—Hola, vecino.
Wow. No me esperaba ver al señor Nicolás aquí.
—Buenas noches, señor. ¿Se le ofrece algo?
Sin siquiera contestar, entró a mi departamento. Bastante cortés.
—¿Habrá posada o qué?
—Sí, pero…
—¿Pero qué?
Quería correrlo, ya que no es alguien con quien conviva mucho, pero recordé que no tiene con quién pasar la Navidad. Su difunta esposa está pues… muerta, y está peleado con sus hijos. Así que, como siempre, decidí ser noble y misericordioso.
—Pero aún no empieza. Todavía faltan unos cuarenta minutos.
—¿Qué es esto? -dijo el señor Nicolás al agarrar unos papeles que había en la mesa.
—Ah, es una de las obras que estoy escribiendo.
El señor Nicolás comenzó a leerla, y en cinco minutos había terminado sin siquiera haber hecho la más mínima expresión facial. Lentamente dejó los papeles en el mismo lugar donde los había dejado.
—Señor, ¿qué le pareció?
—Esto es una basura.
—Ah. Muchas gracias.
—Pero es divertido.
A mí qué me importa que sea divertida. ¡Dijo que mi guion era una basura, y nunca lo perdonaré por eso! ¿En serio tenía que pasar la Navidad con este viejo amargado? Bueno, ya qué. Da igual. Todo trae nuevas experiencias. Sean buenas o malas, siempre se aprenden cosas nuevas. ¡Ja! Es broma.
—Señor Nicolás, por favor retírese de mi apartamento.
—Pero la posada empieza en…
—Pues únase a la posada, ¡pero que no sea conmigo! ¿Entiende? Retírese, por favor.
Y así, el señor Nicolás se fue de mi apartamento y me quedé solo. Honestamente, prefiero mil veces pasar la Navidad solo que pasarla con un viejo gruñón. Bueno, también quería aprovechar que la posada era virtual para estar en calzones, no te voy a mentir.
Encendí la computadora y me puse a escribir para hacer tiempo mientras los demás estaban listos.