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La novatada

Emy revoloteaba de un lado a otro, nerviosa. Los días se le habían ido volando, y cada uno la había llenado de actividades. Primero, el baile de invierno de lady Yavanna; luego, que Andrea cayera enferma, ni qué decir que, con la llegada de las posadas, ella muy diligentemente había tenido que probar los postres de sus amigos para dar su visto bueno.

Pero ahora llegaba Nochebuena y no tenía nada planeado para lo que llevaba todo el mes con ganas de hacer: la novatada de Darin. Después de todo, él era uno de los más nuevos integrantes de Silma, y no se podía entrar sin una pequeña broma de bienvenida por parte de una de las más antiguas, o más bien, de las primeras, integrantes. También le quedaban otras personas, como Cuzán, de las más jóvenes del grupo, o los sirvientes Gritsem y Jenai. Pero Gritsem apenas si se dejaba ver, no quería sacar el lado malo de la única cocinera del grupo y Lani desde el inicio le había dirigido una amenaza velada si pensaba hacerle algo a Cuzán. No es que eso la detuviera mucho tiempo, pero al menos no le haría nada en Navidad.

Así que solo le quedaba Darin. Y no tenía ni idea de qué hacerle.

Un delicioso aroma le llegó de la cocina comunitaria.

-¡Lo tengo!

Voló rauda y veloz, guiándose por su sentido del olfato: Ella estaba preparando pastelillos. Acababa de meter la primera tanda al horno, y ya tenía preparados betunes de distintos colores navideños.

-¡Ella…!

-No -respondió la mujer sin mirarla.

-¡Pero si no he dicho nada!

-No puedes comer antes que los demás para probarlos y no puedes usarlos para gastar una broma. Mis pasteles no son para eso. Puedes comer la masa de la licuadora, si gustas.

-¡Pero sería la broma perfecta! Solo tienes que poner sal en vez de azúcar. O poner pasta de dientes en el betún. O…

-Voy a empezar a lavar la licuadora mientras se hornea la primera tanda…

-¡Malvada!

-La licuadora o desperdiciar un buen postre. Tú eliges. -Ella sonreía.

Emy hizo un mohín.

-No es justo. ¿No piensas ayudar a una amiga?

-Mmm… Señor, ¿qué opina?

A Emy se le paró el corazón antes de voltear: el Señor estaba sentado en una silla, y tenía fruncido el ceño. ¡Y justo cuando ella ya le estaba agradando!

-¿Me puedes poner lo de la licuadora en una taza?

 

 

 

Ahora con un tamaño humano para comer más cómodamente de la masa, se dirigió a la sala común en busca de ideas.

Ahí se encontró con Óliver, Katherine y Cuzán. Al parecer, estaban haciendo cartas navideñas, y Óliver estaba muy emocionado manipulando la brillantina.

-¡Eso!

Sonriendo de una forma traviesa, conspirativa, el hada se sentó con ellos.

-¿Hacen cartas? -preguntó como si la respuesta no fuera obvia.

-Sí, pero no sé si acabemos pronto. -Kath estaba quitándose pegamento recubierto con brillos verdes y rojos de los dedos con una servilleta-. Queremos hacer para todos y empezamos muy tarde.

-Qué casualidad… ¿Creen que podrían prestarme un poco de…?

-No -dijo Óliver sin dejarla terminar y apartando nada disimuladamente las bolsitas que tenían.

-¡Eso es cruel! Yo también quiero hacer una carta.

-No, quieres hacerle una broma pesada a Darin -dijo Cuzán con una expresión tímida.

-¡No sería pesada! Solo le entregaría una carta llena de brillo. Cuando la extienda para leerla, se le caerá todo al pantalón. ¡No es nada que no se quite con un par de sacudidas!

-Y un par de lavadas. Y cinta adhesiva -terminó Katherine mientras seguía limpiándose los dedos-. Lo siento, Emy. Aunque tu idea no es mala, ya se nos está acabando la brillantina, y si no la usamos en todas las cartas, va a parecer que al final no pusimos todo nuestro esfuerzo en las últimas.

Emy bajó la cabeza, derrotada.

-Está bien…

Sus pies la llevaron hasta el cuarto de Andrea.

-¡Emy! -La chica se apresuró a cubrir algo detrás de ella-. ¡Tienes que tocar antes de entrar! ¡Estoy envolviendo los regalos!

-¿Envolviendo…? -Al hada se le iluminó la mirada-. ¡Andrea! ¡Ya sé qué puedo hacer!

-¿De qué hablas?

-¡Puedo envolver las cosas de Darin con papel para regalo! Debe tener alguna botella en el refrigerador, ¿no? O ropa en el casillero…

-No suena mal… Pero estoy usando mi último rollo.

-¡No hay problema! Yo tengo uno guardado en…

-Bueno… -A Andrea se le escapó una risa nerviosa-. Ese es el que estoy usando.

-¡¿Qué?!

Emy se llevó el resto de la tarde regañando a Andrea, y para cuando terminó ya no tenía ni las fuerzas ni las ganas de hacer nada.

Al día siguiente, el ángel Alejandro la encontró sentada en el salón. El lugar ya había sido decorado para la fiesta navideña, pero el rostro cansado de Emy desentonaba con la alegría del lugar.

-¿Estás bien, Emy?

-Sí, sí… Quería… -Lo pensó un momento. No pensaba ser regañada por otra persona-. Quería hacer algo especial hoy, pero no pude.

-¿Lo intentaste?

-Sí…

-Entonces, hiciste bien. Eso es lo que importa en estas fechas.

El ángel le sonrió, y eso hizo sonreír al hada.

Bueno, debía admitir que había recurrido a un último y desesperado truco: había colocado una corneta de aire comprimido en la pared donde se empotraba la puerta de la entrada al salón. Nadie la abría del todo, pero esperaba que Darin, que no estaba habituado al peso de la puerta, la empujara lo suficiente para presionar la corneta y hacer que sonara y lo asustara. Si alguien más caía o si nadie lo hacía… recordando las palabras de Alejandro, al menos lo había intentado.

-Iré a prepararme para la fiesta.

Ya más animada, fue a su alcoba, sacó un vestido digno de la ocasión y comenzó a maquillarse con la pintura que Dominic le había regalado hacía mucho.

Mientras terminaba de arreglarse, escuchó desde el pasillo el sonido de música navideña: la fiesta ya había empezado.

-¡Emy!

Andrea entró sin avisar.

-Me quedó un poco de papel de envolver y…

-Oh, ya resolví eso, pero…

-… ¡cubrí el candado de Darin, el de su casillero! También iba a envolver la puertecilla, pero había una carta a medio meter. Se veía algo llena…

-¿Una carta? -Emy tuvo un mal presentimiento-. El resto tenía cartas también, ¿verdad?

-No, solo la de Darin, ¿por qué?

Emy volvió a su forma de hada y echó a volar por el pasillo.

-¡Emy, espera!

¡No, no podía esperar! Necesitaba confirmar sus sospechas con Katherine. Los casilleros quedaban lejos, pero podría interceptarla antes de que entrara al salón y preguntar si había pasado lo que creía.

Entró a la habitación de Kath, luego en la de Óliver, pero no estaban. Se apresuró a arrivar al salón, esperando no llegar muy tarde.

Halló a Cuzán justo cuando estaba por entrar con Lani.

-¡Cuzán! -Se interpuso entre las chicas justo a tiempo-. ¿Puedo hablar contigo?

-¿De qué cosa? -preguntó Lani tras ella.

-No es de una broma, es de un asunto entre hadas… hadas y niñas… ¡No es por una broma!

La joven frunció el ceño, pero Cuzán la tranquilizó con un gesto y se apartó un poco para hablar a solas con el hada.

-¿Qué sucede?

-Ya mandaron todas sus cartas, ¿verdad? ¿Las pusieron en los casilleros?

-No, ¿por…? ¡Ah! -Cuzán se sonrojó-. Kath y Óliver se sintieron un poco mal por negarte una broma tan inocente, así que sacrificaron un poco de la brillantina y la pusieron en un sobre, tal como dijiste. Se imaginaron que no terminarías haciendo algo, así que decidieron hacerte el favor como un regalo adelantado de Navidad… Supongo que la brillantina que pusieron era la de tu carta.

Emy se mordió los labios, nerviosa. Quería hacerle una broma a Darin, pero no dos.

-Bueno… fueron dos pequeñas…

-¿Dos?

-¡Hola, Emy!

Al hada el corazón le dio un vuelco antes de volverse: Ella estaba llegando con Edmund, ambos elegantemente vestidos.

Y Ella no llevaba nada en las manos.

-¿Y tus pastelillos?

-En la mesa, con los demás. Y antes de que me hagas alguna cara…

-¿Pusiste pasta de dientes en vez de betún?

-No.

-¡Ah!, qué alivio…

-Puse sal en vez de azúcar. Me parecía más convincente.

-¡¿Qué?!

-Pero solo lo hice con uno. No quería arruinar más comida, pero el Señor fue persuasivo, así que decidí hacerte el favor…

-¡Rayos! -Emy ya empezaba a sentir un sudor frío en la espalda-. ¿Cuál es? ¿Lo marcaste con algo? Debo encontrarlo antes que Darin…

-Oh… ¿No lo viste?

-¿Qué cosa?

-Bueno… -Titubeó.

-¡¿Qué?!

-Darin ya se lo comió -dijo Edmund-. Dijo que se adelantaba al postre para quitarse un mal sabor de boca, y… -Se le escapó una sonrisa-. Tenía brillantina roja y verde en toda la ropa. ¿Lo hiciste tú?

-¡No sonrías así! ¡No es bonito!

Se giró para ver la puerta de entrada al salón. ¿Seguiría ahí? Ya no quería verlo, se sentía muy mal.

-Emy.

La voz se oía muy seria tras ella. No la había oído muchas veces, pero Emy ya sabía diferenciarla, y sabía que era Darin. Tragó saliva antes de volverse.

-Ho-hola… Darin, perdón, de verdad, yo no quería…

Se detuvo. Había algo que no quedaba bien. El joven la miraba de brazos cruzados, pero su expresión severa estaba rompiéndose y transformándose en una sonrisa burlona.

-¿Qué…? Un momento… -Lo miró de arriba abajo-. ¡No tienes diamantina!

-No.

-¡Y estoy segura que no te comiste un pastel salado!

-Ni tuve que desenvolver mi candado.

-¡Pero…! ¿Cómo…? ¡¿Tú lo sabías todo?!

El joven se echó a reír, y Emy ya no sabía si enojarse por haber sido engañada o si sentirse aliviada porque nada le había pasado.

-Sí, algo sé de novatadas, y más cómo combatirlas. -Darin se inclinó hacia ella-. Mira, sé que caíste solo porque nunca te habían hecho algo así. Tú eres mejor que yo para las bromas y yo no tengo el poder necesario para soportar o esquivar una posible venganza.

-Es peligroso confesarme eso.

-Lo sé… Por eso te propongo una alianza.

-¿Una alianza?

-Sí. No suelo gastar tantas bromas como tú, pero sé un par de cosas. Podría ayudarte a cambio de una orientación en este edificio y su funcionamiento. Como novato que soy, necesitaré mucha ayuda.

El hada tardó un poco, pero acabó por sonreír. Tal vez Darin la estaba engatusando, pero la idea de una posible alianza le agradaba, y su adulación servía.

-Lo pensaré -respondió aun así, antes de entrar muy digna al salón.

Nadie dijo nada sobre la broma de Darin, así que supuso que su posible aliado no la había divulgado por todo el cuartel Silma. Eso había sido inteligente. Tal vez se lo diría cuando entrara…

-¡La corne…!

A eso le siguió un ruido ensordecedor, el grito sorprendido de Darin, que chocó contra el ponche, tirándoselo encima y haciendo que se resbalara sobre la mesa de postres. Terminó cubierto de betún, ensalada de manzana, ponche y de un gravy que alguien había colocado ahí por error.

Todos se quedaron en un silencio mortal… hasta que el chico se puso en pie e hizo una reverencia.

-¿Qué les pareció mi entrada triunfal?

Todos rieron la frase de su nuevo amigo.

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