Lani colocó la estrella al pino, bajó de la escalera y observó la estancia con un suspiro satisfecho. Los adornos de madera daban un aire cálido, las fundas navideñas que Gema había confeccionado estaban acomodadas y el olor a pan recién horneado inundaba la casa. Todo era perfecto.
—¡Por Dios, te ves horrible! ¿Piensas aparecerte así?
—Tú debes verte peor después de cocinar tan… —Lani quedó boquiabierta al ver que Gema llevaba puesto un elegante vestido azul y maquillaje—. ¿Cómo lo haces? ¡Acabas de dejar la cocina!
—Tengo poderes mágicos. —Le guiñó el ojo—. Ahora seré tu hada madrina. Ya te saqué un vestido. ¡Corre, a ducharte!
Lani hizo un mohín. El agua le saldría helada por diez minutos, y había entrado en calor tras haber decorado todo.
—¡Anda! No queremos que los chicos te vean así.
—Así me ven todos los días.
—¡Exacto! Hoy es especial.
—Bien, bien, ya voy.
Al tiempo que la puerta de la habitación de Lani se cerraba, Maquech entró a la casa con cajas y bolsas de regalo.
—Y-ya era hora. Me-me estaba congelando.
Ambos se apresuraron a colocar todo bajo el pino.
—Le va a encantar cuando lo vea.
—Espero que haya algo para mí también. —Maquech se frotó los brazos hasta que sintió que entraba en calor.
—Deja de quejarte. Y sí, también hay algo. Un par de algos, de hecho. ¿No los viste al envolverlos?
—Me dejaste muy claro que habías puesto tus regalos en cajas viejas. A menos que a todos nos hayas regalado cajas sorpresa de maquillaje y zapatos, no puedo tener ni idea de lo que son.
—Tienes razón.
Cuando terminaron, Gema sacó un pañuelo bordado y se lo pasó por el cuello con cuidado.
—¿Trajiste el amplificador?
—Por supuesto. Lo dejé en…
—¿En?
—Ah…
—No me digas que lo envolviste.
—…
—¡Maquech!
—¡Dijiste que no te dijera!
—Oh, por… Las tiendas ya deben estar cerradas, no hay forma de conseguir otro.
—Nuestro internet no está tan mal.
—¡Vamos a conectarnos con otros siete grupos! ¡Claro que va a haber problemas!
—Tranquila, solo tenemos que buscar una caja del tamaño del amplificador.
—Sabes que la mitad de los regalos son así, ¿verdad?
Maquech abrió la boca, pero ya no se le ocurrió qué decir. Bajó la cabeza, derrotado.
—¿Qué es todo esto?
Ambos se dieron la vuelta.
—Te ves hermosa —se le escapó al chico.
Lani se sonrojó. Tenía puesto un vestido verde oscuro. No se había maquillado todavía y su cabello seguía húmedo y sin cepillar, pero su sonrisa iluminaba su rostro.
—¿Son solo decoración o…?
—Claro que no. —Gema le dio un codazo a Maquech para que se espabilara—. Son algunos detalles que conseguí para Navidad. ¿Quieres abrirlos antes de la cena? Hay uno con una sorpresa especial en algún lado.
—No, esperaré a Navidad, como es tradición.
Gema y Maquech se miraron unos segundos.
—¿Segura?
—Claro que segura. ¿No vas a cambiarte, Maquech?
—Ah… sí.
—¡Que sea la camisa roja! —Gema le dio un empujoncito por la espalda—. Te quiero navideño.
—Pero ¿no quieres que te ayude con algo antes?
—No, ve. Ya… ya arreglaré mi problema.
—¡Antes de que lo olvide! —Lani tomó un bolso que había dejado en una de las sillas del comedor—. Compré un amplificador de internet. Tenemos buena señal, pero considerando que habrá muchos conectados, me pareció una buena idea. —Notó las expresiones aliviadas de sus amigos—. ¿Qué? ¿Qué sucede?
—Nada. Me alegra que se te haya ocurrido —Gema dio a Maquech otro empujoncito—. ¡Anda, arréglate! Recuerda: camisa roja, zapatos boleados.
—Ya voy, ya voy. —Tomó el amplificador de las manos de Lani—. Gracias, salvaste la noche.
—No exageres. Gema tiene más crédito por cocinar.
—Sí, y no comerán nada de lo que hice hasta que no estemos todos listos. ¡Maquech, sube de una vez! Y Lani, conecta esa cosa. ¡Quiero que todos estemos sentados para la reunión en media hora!